¡Hasta siempre! A los 97 años, nos dejó una vecina notable de la localidad de Ranelagh: la querida Delia Esther Castex de De Vicenzo.
Nació en Morón el 21 de mayo de 1923, siendo la hija menor del matrimonio formado por Ricardo María Castex y Margarita Josefina Puppo -su hermana mayor fue Nélida Elsa Castex de Saíz-.

En el año 1926, la familia se mudó de Morón a Ranelagh, ya que José María había sido designado empleado encargado en el Golf Club local –en ese entonces, Club del Progreso-. Vivieron juntos en la casa aledaña al Club House hasta el año 1945, cuando Delia contrajo matrimonio con el gran golfista argentino, maestro de la cancha y de la vida, Roberto De Vicenzo.
Previamente, Delia realizó los estudios primarios en el colegio La Merced de Quilmes y los secundarios en la Escuela Normal de Quilmes, donde se recibió de maestra. Durante su juventud, participó activamente en una agrupación católica de la Iglesia Nuestra Señora de la Merced de Ranelagh, Las Hijas de María y, ya en su vida adulta, en el Apostolado de la Oración y en Cáritas Parroquial.

A sus 97 años, aún era una enamorada de la jardinería. Activa en esa disciplina, participó en el Grupo Argentino de Jardinería, Filial Ranelagh y fue Vicepresidenta, en el año 1968, de la Primera Comisión del Consejo Directivo del Club Argentino de Jardinería –CAJ- y del Grupo de Ranelagh.
Respecto a la carrera de Roberto, Delia fue un gran sostén y apoyo. Lo acompañó contra viento y marea durante 71 años de matrimonio, tanto en sus viajes como en el cuidado y crecimiento de la familia que formaron.
En el Museo del Golf de Berazategui, existe un invernadero público que lleva el nombre de Delia Castex. Sólo una de las tantas acciones realizadas para rendirle homenaje a una vecina que siempre transmitió calidez, pujanza y sencillez en cada acción realizada. ¡Gracias, Delia!

Aprovechamos para agradecer a su sobrina, Stella Saíz, quien compartió con la comunidad de Berazategui algunas de las imágenes y la información presentes en esta nota. Historias de escala humana, como la de Delia, se reflejan en el recorrido cotidiano y aportan al desarrollo permanente de la comunidad.